sábado, 21 de marzo de 2015

Camille.

Camille estaba en la ducha, pero no estaba sola. Esta vez estaba acompañada. Era la típica ducha después del coito, la típica ducha en la que dos personas se unen aún más. Él no dejaba de abrazarle, de besarle, pero ella se mostraba perdida en sus pensamientos.
Camille recordaba aquella duda que le asaltó a la cabeza días atrás y que aún no había resuelto. Volvió a preguntarse si aquello iba hacia alguna parte, si él sentía por ella lo que ella sentía por él o era sólo un pasatiempos. Estaba tan sumergida en sus pensamientos que no se dió cuenta de que el la llamaba.
Volvió a la vida real, volvió a la ducha con él y sintió unas ganas horribles de abrazarle. Lo hizo y le besó como si fuera la última vez. ¿Era miedo lo que sentía? Pero, ¿miedo a qué? ¿Miedo a perderle, quizás? En efecto. Camille se sentía con el miedo de perderle, de descubrir que él no la quería y que simplemente se sentía a gusto con ella. 
Salió de la ducha mientras él terminaba de ducharse. Mientras se secaba, volvía a sus pensamientos. Camille necesitaba saber qué quería él realmente, qué era ella para él, pero temía la respuesta. Él salió de la ducha, ella le pasó otra toalla. Camille seguía ausente, y él sabía de sobra que ella no estaba en el mismo lugar que él. Él le preguntó varias veces a lo largo de la ducha qué le pasaba, y posteriormente también. Ella siempre respondía que estaba relajada, que no pasaba nada. Y aunque esto era muy real, había algo más.
Camille se fue, pero ni el irse le quitó el pensamiento de la cabeza. Lo que estaba sintiendo por él empezaba a ser fuerte, pero sentía que no era lo mismo por la parte de él. Sin embargo, calló y sigue callando e intenta aguantar día a día, intenta no hundirse por ese pensamiento, por esas dudas.
Ella siempre prefería estar con él aunque fuera de esa forma que perderle, ella siempre quería más pero se conformaba con ser lo que él decía que eran: ese "sin nombre".

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