sábado, 21 de marzo de 2015

Camille.

Camille estaba en la ducha, pero no estaba sola. Esta vez estaba acompañada. Era la típica ducha después del coito, la típica ducha en la que dos personas se unen aún más. Él no dejaba de abrazarle, de besarle, pero ella se mostraba perdida en sus pensamientos.
Camille recordaba aquella duda que le asaltó a la cabeza días atrás y que aún no había resuelto. Volvió a preguntarse si aquello iba hacia alguna parte, si él sentía por ella lo que ella sentía por él o era sólo un pasatiempos. Estaba tan sumergida en sus pensamientos que no se dió cuenta de que el la llamaba.
Volvió a la vida real, volvió a la ducha con él y sintió unas ganas horribles de abrazarle. Lo hizo y le besó como si fuera la última vez. ¿Era miedo lo que sentía? Pero, ¿miedo a qué? ¿Miedo a perderle, quizás? En efecto. Camille se sentía con el miedo de perderle, de descubrir que él no la quería y que simplemente se sentía a gusto con ella. 
Salió de la ducha mientras él terminaba de ducharse. Mientras se secaba, volvía a sus pensamientos. Camille necesitaba saber qué quería él realmente, qué era ella para él, pero temía la respuesta. Él salió de la ducha, ella le pasó otra toalla. Camille seguía ausente, y él sabía de sobra que ella no estaba en el mismo lugar que él. Él le preguntó varias veces a lo largo de la ducha qué le pasaba, y posteriormente también. Ella siempre respondía que estaba relajada, que no pasaba nada. Y aunque esto era muy real, había algo más.
Camille se fue, pero ni el irse le quitó el pensamiento de la cabeza. Lo que estaba sintiendo por él empezaba a ser fuerte, pero sentía que no era lo mismo por la parte de él. Sin embargo, calló y sigue callando e intenta aguantar día a día, intenta no hundirse por ese pensamiento, por esas dudas.
Ella siempre prefería estar con él aunque fuera de esa forma que perderle, ella siempre quería más pero se conformaba con ser lo que él decía que eran: ese "sin nombre".

lunes, 21 de julio de 2014

Discurso graduación de segundo de bachillerato.

Buenas noches, profesores, padres y compañeros. Cuentan que uno de los mejores discursos fue pronunciado por Salvador Dalí cuando dijo “voy a ser breve, terminé”. Quizás, eso es lo que me gustaría decir ahora mismo pues no es fácil leer un discurso, pero en días como hoy, es necesario decir más de cinco palabras.

Hoy hablo por todos mis compañeros de segundo de bachiller de sociales y por el mío propio. Este curso ha sido muy difícil y duro para todos, un curso en el que no ha faltado nada en absoluto. Es cierto que ha sido un año de difícil convivencia, provocada por la gran tensión a la que estamos sometidos y por el agobio constante de exámenes y falta de tiempo, pero, a pesar de eso, hemos sabido entendernos aunque costase.

Para muchos de nosotros hoy se cierran seis largos años en estos pasillos, seis largos años en los que comenzamos como “mochilas con piernas” y hemos ido madurando poco a poco. A lo largo de estos seis años hemos conocido a muchas personas, hemos cambiado muchísimo de profesorado y hemos pasado de pequeños humanos a grandes personas. Estos pasillos que hoy abandonamos han sido testigos de amores, amistades, risas y llantos, de agobios y explosiones de felicidad. Este edificio ha sido testigo de cada uno de nuestros problemas y de nuestras alegrías, pero, sobre todo, de nuestra evolución permanente como personas.

Hace 8 meses veíamos este día como algo lejano, algo que jamás llegaría, pero aquí estamos, viviendo ese momento lejano, saboreando esa esperada libertad. A partir de hoy, aquellos enanos que entraron en este edificio creyendo que iban a comerse el mundo, empiezan a formar parte de aquello que se llama “mundo exterior”, pues, a partir de ahora, dejamos nuestra infancia y adolescencia entre las paredes de este edificio para irnos a otro lugar, para seguir formándonos como personas y abrirnos un hueco en el mundo profesional.

Hoy nos graduamos un grupo de personas que nacieron a mediados de los noventa, una generación que empezó a ser conocida como “nativos digitales”, pero que también conocen la esencia de jugar en la calle, de saber qué es sentir el aire en nuestros rostros cuando nos divertíamos, porque nosotros también hemos gritado aquello de “POR MÍ Y POR TODOS MIS COMPAÑEROS”, porque nosotros también hemos llamado a timbres y hemos salido corriendo, porque a pesar de tener tecnología a nuestro alcance, nosotros hemos sabido saborear el placer de jugar con nuestros amigos a juegos tradicionales. Nosotros crecimos viendo dibujos como “Pokemon” o “Doraemon” y jugando al tamagochi, aunque esto último lo hemos sustituido por algo tan simple como el POU. Nosotros somos la generación de los tasos, de las Game Boys, somos la generación que se fascinaba al tener el típico móvil ladrillo con el que poder dar toques a nuestros amigos. Nosotros somos aquella generación que hoy dice “adiós” a nuestro segundo hogar.

A lo largo de estos seis años, todos nosotros que hoy nos graduamos hemos aprendido bastante, tanto sobre las materias que hemos dado como de la vida. Parece mentira que hoy tengamos que abandonar este segundo hogar, pero, al parecer, es un hecho que tenía que suceder tarde o temprano.

No os voy a engañar, he estado días y días pensando qué poner en este discurso, recordando tantos y tantos momentos en este instituto y sintiendo una nostalgia continua de todo lo que aquí he vivido, y sé que cualquiera que hubiera estado en mi lugar habría sentido lo mismo. Estos días en los que he estado recordando, me he acordado de muchísimos profesores que ya no están trabajando aquí y, ¿sabéis qué? Yo también les echo muchísimo de menos.


Hay profesores que han pasado por nuestras vidas dejando buenos recuerdos y hay profesores que quizás sólo han sido una persona más que ha estado de paso, pero, si no me equivoco, todos los que estamos graduándonos hoy hemos aprendido algo de todos ellos. De algunos profesores hemos aprendido los valores de la vida, de otros hemos aprendido que en esta vida nada se consigue sin luchar, de otros aprendimos que siempre habrá personas mejores que nosotros pero que lo que realmente importa es ser nosotros mismos, pues eso es lo que nos hace ser los mejores. En definitiva, no sólo hemos aprendido algo sobre alguna asignatura, sino que  también hemos aprendido qué es aquello que se conoce como “vida”.

Siempre he pensado que cada persona deja huella en la vida de los demás aunque su paso por esa vida sea irrelevante. Al día de hoy, confirmo mi teoría, pues de todos los profesores hemos aprendido algo, por pequeño que sea, algo que nos va a servir el día de mañana, el día en el que decidamos buscar trabajo, en el que trabajemos o el día en el que entremos en la universidad. De todos vosotros, y de todos los que hoy no están aquí, hemos aprendido bastante y por eso hoy os queremos decir GRACIAS.

En realidad, las gracias no sólo se quedan ahí. También hay que agradeceros que nos hayáis soportado todos estos años, que nos hayáis apoyado en todas nuestras decisiones y guiado en nuestro camino. Hay que agradeceros el hecho de haber estado ahí cuando hemos estado mal, haber soportado nuestros enfados, nuestros momentos de locuras o simplemente aquellos momentos en los que no parábamos de hablar; debemos agradeceros tanta paciencia por vuestra parte, porque ha sido demasiada.

Dicen que a lo largo de la vida se conocen demasiadas personas, que unas vienen y otras van, que algunas se quedan y otras desaparecen, que unas nos marcan de forma decisiva en nuestra vida y otras nos enseñan a aprender de los errores. Obviamente es cierto, y, vosotros, profesores, habéis marcado a muchos de nosotros, porque siempre vamos a recordar algo que hemos vivido aquí con vosotros, algo que hemos escuchado de vosotros o algo que hemos aprendido gracias a vosotros.

¿Sabéis? Seis años dan para escribir mucho, pero prefiero no mencionar ningún momento concreto, pues cada uno de nosotros tiene miles de recuerdos diferentes que, seguramente, estén apareciendo ahora por nuestras mentes.

Por último, quiero que todos sepáis que de estos seis años que he pasado en este instituto, sólo me llevo momentos buenos, porque al fin y al cabo son los que de verdad importan. Quiero que sepáis que yo, como muchos de nosotros, estoy contenta de haber estudiado aquí, porque, a pesar de lo que digan, este instituto cuenta con un buen profesorado y con un nivel alto, porque aquí no regalan las notas, sino que nos enseñan a conseguirla si luchamos y ponemos empeño.
No me queda mucho más que decir, así que mis compañeros y yo nos despedimos de todos vosotros de la mejor forma, dándoos las gracias por todo lo que habéis hecho por nosotros y diciendo “hasta luego”, pues esto jamás será una despedida, porque siempre estaréis en alguna parte de nuestras vidas.

Buenas noches y disfrutad de este día tan especial.


miércoles, 11 de diciembre de 2013

Tú.

Intentaste ser quien no eras por querer ser como los demás. Intentaste ser otra persona para caerle mejor a la gente, para poder sentir que formas parte de algo. Olvidaste quién eras, olvidaste tu pasado. Cambiaste por completo pero no encontraste nunca lo que verdaderamente querías. Te faltaba algo. Te faltaba tu "yo mismo". Te creíste tu mentira y ahora quieres volver, pero ya es demasiado tarde, ya no podrás volver a ser aquella persona que eras, puesto que siempre quisiste ser otra que nunca serás. Ahora te sientes perdido, ahora te sientes abandonado. Ahora te has dado cuenta de que es mejor ser uno mismo antes de ser como los demás quieren que seas.
Podrás volver a ser como eras, pero jamás volveras a ser el mismo al 100%, porque las marcas se quedan

Anorexia y obesidad VS sociedad

Hoy en día, la obsesión de las personas es lucir un cuerpo perfecto. Las chicas se preocupan por no tener barriga ni piernas gordas, se preocupan por lucir el mejor cuerpo de todos y los chicos se preocupan por tener músculos, por ocultar la barriga y ponerse cuadrados. ¿Por qué? ¿Es el físico lo que realmente importa?
No sé si os habréis dado cuenta, pero cada día es el tema boom del momento. Llega el buen tiempo y la mayoría de las personas se preocupan más por lucir un cuerpo bonito que por cuidarse realmente por dentro, por estar sanos. Nuestra obsesión va tan al límite en ocasiones que no nos damos cuenta de hasta qué punto podemos llegar. Nos empeñamos en hacer dietas que ni siquiera nos han aconsejado los médicos. Nos podemos tirar días y días comiendo absolutamente poco para no coger ni 1kg, pero, ¿de verdad eso funciona?
En numerosas ocasiones, nos obsesionamos con adelgazar lo máximo que podamos. Nunca nos vemos perfectos, nunca nos vemos lo suficientemente delgados como queremos serlo. Nos miramos al espejo pero nunca estamos lo suficientemente perfectos. ¿A quién queremos engañar? No somos lo que queremos ser. ¿Por qué no lo conseguimos? Es fácil la respuesta: la sociedad. Seas como seas, siempre alguien te sacará algún fallo hasta tal punto que terminamos por vernos así.


Imaginaos que, por un momento, sois una persona que está “gorda”. Vas a las tiendas y no encuentras la talla adecuada para ti. Pantalones demasiados apretados. ¿Por qué? Porque lo que ahora es una 32, antes era una 36. Vas andando por la calle y ves a todas esas personas delgadas, con cuerpos de escándalo. Les observas y sientes una espinita clavada dentro de ti, una especie de envidia por llamarle de algún modo. Te miras a ti y no te ves como ellos, te ves más gordo de lo que crees. Deseas con todas tus fuerzas ser, aunque sea por un día, como aquellas personas de cuerpo perfecto y decides hacer algo para cambiar eso. No te sientes a gusto con tu cuerpo, sientes que nadie te querrá por ser como eres y todo porque la gente se ha empeñado en mirar antes el físico que la personalidad de alguien. Llegas a casa, te vuelves a mirar al espejo y en ese momento sientes asco por ti, por ser así y piensas por qué comerías tanto como para llegar a ese punto. Decides poner punto y final a aquella historia y empieza el gran problema.
De repente empiezas a dejar de comer, a creer que toda comida te hará daño. Comes lo básico, pero sin llevar una dieta equilibrada. Los días van pasando y por mucho que lo intentas, no adelgazas. Te cansas, pero quieres conseguir lo que te propusiste y comienzan los vómitos. Poco a poco vas sintiendo que vomitar te está causando algo “bueno” por dentro, que gracias a ello estás adelgazando, pero, ¿de verdad es algo bueno? A medida que pasan los días, vas viendo que lo que estás haciendo te está dando resultado, ¿por qué parar? Sigues con tu obsesión, cada día más intensa y llega el momento, el momento en el que eres una persona delgada.. Vuelves a mirarte al espejo, pero tampoco es suficiente. Tus amigos, las personas que te rodean se dan cuenta de que algo te está pasando. Te preguntan cómo es posible que hayas adelgazado tanto. Ellos no salen de su asombro. ¿Quién se iba a imaginar que esa persona gordita iba a adelgazar tanto? Sus comentarios te alegran, pero tú te sigues viendo con demasiada carne. Te estás quedando en los huesos y no te estás dando cuenta porque tu mente se ha apoderado de tu cuerpo. 
Sigues vomitando, sigues quedándote más delgada y tus fuerzas empiezan a fallar, tu actitud empieza a cambiar. La gente de tu alrededor te observa, estás muy cambiado/a. Se dan cuenta de que no estás bien, de que te has obsesionado con el tema e intentan ayudarte. Tú rechazas su ayuda. Huyes de todas esas personas, te encierras en tu propio mundo, pero la realidad es otra. Vas a un sitio y a otro y surgen los comentarios de aquellos conocidos. Típicos comentarios como “¡qué delgado/a te has quedado!”, “Tienes que comer más, estás en los huesos”, “Si estuvieras un poco más gordo/a estarías mejor”. Pasas de todos esos comentarios. Te duelen pero tú tienes tu propio mundo, tus propias ideas, hasta que llega ese comentario que te hace caer por completo, aquel comentario de alguien que te dice que parece que estás anoréxico/a. Piensas que no es para tanto, pues sigues con tu obsesión, pero, no es la única persona que te lo dice. ¿Es una realidad o sólo son comentarios de gente que intenta verte caer?
Por fin entras en una talla 32 de pantalones, así que no puede ser para tanto. Piensas que hay gente que está más delgada que tú. Quizás lo piensas porque no te das cuenta de tu verdadero estado físico. Te vuelves a mirar al espejo. El espejo muestra a una persona esquelética, a la que se le notan los huesos y apenas tiene carne pero tú ves a una persona que aún no está tan delgada. Tus padres te preguntan una y otra vez, pero tú sigues, no dices nada, hasta que un día te pillan vomitando. Es ahí cuando intervienen y te consiguen ayuda especializada. Te niegas a ir, pero te obligan. No quieres aceptar la realidad, no quieres aceptar que tienesanorexia y que está ligado a la bulimia. Te da miedo aceptar eso. La persona gordita se ha vuelto anoréxica, qué irónico.
Poco a poco vas abriendo los ojos y vuelves a mirarte al espejo. Te das miedo, te das asco, no puedes creer que los demás tuvieran razón. ¿Por qué te obsesionarías tanto? Ahora te arrepientes. Te cuesta comer y cuando comes, vuelves a vomitar. Necesitas hacerlo, es como una droga que no se toma. Tus padres cada vez están más desesperados con la situación y tú no quieres seguir así, pero tu mente actúa por ti. Poco a poco vas saliendo de aquel agujero, poco a poco te vas dando cuenta de tu error. Te vuelves a mirar al espejo y la persona a la que ves no te gusta. Tapas el espejo con una toalla e intentas evitar mirarte. ¿Cómo puedes estar así? Te sientes débil, sin fuerzas, pero con ganas de acabar con aquello. Lo intentas una y otra vez pero la bulimia te persigue. ¡Se acabó! ¡No más! Te hartaste de verte así, de ser tan débil y comienzas a comer, comienzas a aguantar las ganas de vomitar. Tienes que ser fuerte, tienes que vencer esa obsesión. Pero mientras lo intentas, la gente te sigue diciendo que tienes que engordar, que estás muy delgado/a, que estás en los huesos. Te molestan esos comentarios pero saben que tienes razón. No quieres verte así. Piensas en ti, en lo que estás sufriendo y piensas en tu familia, en la gente que te quiere. Ellos también están sufriendo. Te arrepientes una y otra vez de lo que hiciste, pero era irremediable. 
Los pantalones no te quedaban bien, las personas te juzgaban antes de conocerte por estar “gordo/a”. Ves programas de televisión en los que todos están delgados, ves los anuncios y todas las personas que salen tienen un buen cuerpo. ¿Cómo lo conseguirán?
Sigues contando con la ayuda especializada. Te está ayudando mucho al igual que tu familia y tus amigos íntimos, pero te sientes un poco vigilado/a. Te agobias en ocasiones, y huyes de toda esa ayuda, pero no paras de pensar en el tema. Te das cuenta de que tu actitud ha cambiado, de que ya no eres la misma persona de haces meses, ni físicamente ni psíquicamente, pero necesitas sentirte tú mismo. 
Poco a poco vas saliendo de ese pozo, vas avanzando hasta la luz. ¡Estás engordando! Te da miedo pesarte porque temes adelgazar, pero los resultados van mejorando. Pasan los meses y sigues engordando hasta que consigues tener un peso adecuado para tu estatura. Lo has conseguido. Te sientes satisfecho/a contigo mismo/a. Piensas en todo lo que ha pasado desde que empezaste con esa obsesión y te ves ahora. No te sientes igual, no te reconoces. 
La anorexia te cambió la vida, te cambió tu actitud, te cambió por completo. Fuiste muy egoísta haciendo aquello, no pensaste en la gente que te quería tal y como eras. Ahora tienes el peso perfecto, pero no tienes la absoluta felicidad porque recuerdas y sientes pánico. 
Hubo un momento en esos meses en los que estuviste tal y como estás ahora y no te veías bien. ¿Por qué no te diste cuenta? No tienes la culpa, en esos casos nadie se da cuenta. Decides empezar una nueva vida. Comienzas a hacer ejercicio y a comer todo lo que te apetece comer. Sí, así si te cuidarás. Te sientes bien contigo mismo/a y quieres hacer todo lo posible para seguir así, pero esta vez no te obsesionarás, porque has aprendido que, da igual si eres gordo o flaco, si alguien te quiere, te va a querer seas como seas físicamente, porque lo que importa es tu interior. ¿Qué más da lo que piensen los demás? Tú eres el que tienes que quererte. Te has querido siendo gordo/a, flaco/a y como ahora. Has aprendido que el físico es sólo un envoltorio, que la sociedad nos bombardea continuamente con tener un físico perfecto, pero ya has aprendido, ya no volverás a caer. ¿O tal vez sí? Quien sabe, eso depende de tu fuerza de voluntad.
El motivo por el que escribí este texto es para que os hagáis una idea de cuánto puede influir los comentarios de los demás en nuestras vidas, de cuánto podemos llegar a obsesionarnos por estar bien para los demás. ¿Mi consejo? Quereos a vosotros por ser como sois. No tenéis que gustarle a nadie por vuestro físico, si alguien te quiere, te querrá seas como seas.

domingo, 7 de abril de 2013

Y de repente, tu vida empieza a carecer de sentido. Tenía todas las respuestas pero me cambiaron todas las preguntas. En ese momento comprendí que la felicidad es efímera en ocasiones, que dependía más de esa persona de lo que imaginaba. Me di cuenta de que toda nuestra historia se quedó en un instante, en dos palabras. Me di cuenta de que las cosas puede cambiar en cuestión de un minuto y por algo que quizás no es importante pero tiene la fuerza de arrebatartelo todo. En ese momento sentí que había entrado un huracán dentro de mí y que me había dejado vacía. En ese momento comprendí, que si no le tengo, no tengo nada, que si no está, me siento vacía, que si se aleja, me siento rota, que si no siento que me ama, mi sonrisa desaparece. En ese momento me di cuenta de que algo por lo que había estado luchando durante 19 meses había desaparecido. En ese momento me di cuenta de que le necesitaba para ser feliz pero que ya no estaba. De repente comprendí que dependía de esa persona, que nada volvería a ser lo mismo en mi vida si él no está. Entonces fue cuando me dí cuenta de que realmente sí estaba enamorada, de que haría cualquier cosa por él, de que no quiero una vida en la que él no esté.
¿Sabes qué? En el amor no hay barrera ni distancia, esas cosas solo las ponemos nosotros.
¿Sabes qué más? Que por más que me alejes, más empeño pondré en estar contigo porque lo único que he querido, quiero y querré siempre será estar contigo.
Por todos esos momentos, por todas esas sonrisas , por todos esos te amo, por todos esos juegos, por todas nuestras conversaciones, por todas y cada una de las cosas que hemos vivido pero sobre todo por ti, lucharé.

lunes, 11 de marzo de 2013

Sólo tú.

La mayoría de las veces hacemos las cosas sin pensarlas antes, sin pensar qué beneficio real sacamos de algo o a quién perjudicamos.
La mente humana es desconocida, pero una cosa sí se sabe: solo utilizamos una pequeña parte de ella.
Seguro que muchas veces te has preguntado qué hubiera pasado si hubieras cogido otro camino; seguro que muchas veces has querido retroceder en el tiempo para no cometer algún error.
Todo eso que somos hoy es el producto de nuestras deciciones, las cuales muchas de ellas apenas las pensamos en su momento.
¿Por qué razón nos arrepentimos de hacer algo? Es fácil. La explicación a esto es la falta de atención que nosotros mismos nos tenemos, es la falta de razonamiento en determinadas circunstancias de la vida, es hacer las cosas porque parecen bonitas pero lo que es cierto es que las apariencias engañan y no todo lo que nos ofrece la vida es bueno.
Seguro que has estado alguna vez en una situación donde debes elegir entre varios caminos. Por esto, hoy te pregunto: ¿de verdad pensaste las cosas con detenimiento o te dejaste llevar? Creo que la mayoría de las personas me responderían con la segunda opción y, seguramente, la mitad de ellas se ha arrepentido de ello.
La vida no es fácil, pero tampoco es difícil, sólo hay que construirla y, para ello, hace falta pensar.
¿Crees que pierdes el tiempo pensando algo antes de hacerlo? Pues te equivocas, pues gracias a que piensas las cosas antes de hacerlas, cometes menos errores porque has analizado sus pros y sus contras y has hecho una buena deducción de lo que podría pasar en cada camino.
Por el contrario, si no piensas las cosas antes de hacerlas o decirlas, te dejas llevar por los impulsos, por lo que quieres en ese momento hasta que llega un momento en el que te das cuenta de que tu realidad no es la que te imaginabas y te arrepientes.
¿De verdad merece la pena gastar tiempo de tu vida arrepintiéndote de algo que tú mismo elegiste sin pensar? Ahí es cuando realmente pierdes el tiempo de tu vida, pues arrepentirse significa tardar en rectificar y con ello viene el querer retroceder.
La mayoría de las veces hacemos las cosas como si no hubiera mañana, es decir, preferimos vivir el presente sin pensar si lo estamos haciendo bien.
El presente son las consecuencias del pasado, recuérdalo. Todo lo que tú hiciste se refleja en tu presente y todo lo que hagas ahora creará tu futuro.
¿Crees que estás haciendo las cosas como debes y que nada malo te podrá pasar? Piénsalo, las respuestas sólo las tienes tú, así que no te dejes guiar por lo que te diga la gente. Tu futuro está en tus manos, en tu mente, así que actúa como realmente quieres porque hasta la cosa más pequeña e insignificante puede cambiar irremediablemente el curso de las cosas.
Solo es otro de esos textos en los que doy mi opinión. Ya puedes seguir mi consejo o no, solo tú puedes decidirlo.
Atentamente: Alba del Río González.

lunes, 18 de junio de 2012

Lucha, nada puede pararte.


Naces y en ese momento ya tienes un objetivo en la vida, un objetivo que seguramente en ese momento no conozcas y quizás nunca llegues a conocer, pero en ese objetivo si hay un sueño, un sueño por el que luchar, un sueño por el que no tirar la toalla. Creces y esa duda sobre tu existencia se plantea más a menudo, llegan esas típicas preguntas de: ¿Quien soy? ¿De donde vengo? Qué hago aquí? ¿Hacia donde voy? Por qué motivo tengo vida y con qué fin? Nunca encontrarás las repuestas de esas preguntas, pero siempre te las vas a plantear. A medida que vas creciendo te propones nuevas metas, coges caminos diferentes a los que un día imaginaste, cumples sueños y de momento te propones otro, pero, a medida que creces, los sueños que te propones suelen ser los más difíciles de conseguir. ¿Por qué razón? No lo sé, quizás nos guste los retos difíciles, las cosas que vemos imposibles, pero, querido amigo, en esta vida todo es posible, nada es lo suficientemente fuerte como para cerrarnos el camino hacia nuestro objetivo. Quizás a veces puedes sentir que por mucho que te esfuerces nada dará su fruto, pero, ¿por qué no lo intentas un poco más? Solo es cuestión de proponérselo, de avanzar cada día un poco más hacia esa meta. Por mucho que te digan que no puedes, por mucho que te intenten parar los pies, nunca tires la toalla, eso es lo que todo el mundo intenta que hagas, pero tú tienes que demostrarle al mundo entero de que tu existencia y la de muchos está para algo, para conseguir lo que se quiere en esta vida cueste lo que cueste. Luchar no es un camino fácil, y menos cuando tienes miles de piedras en el camino, pero es cuestión de aprender a vivir con ellas, a levantarse cuando estas nos hagan caer. ¿Por qué no coges esa toalla que acabas de tirar al suelo? Venga, yo sé que puedes, yo sé que quieres seguir, que quieres conseguirlo, solo necesitas ponerle coraje y sabiduría, comenzar a jugar bien las cartas e intentarlo una vez más cada vez que falles, porque, después de practicar algo durante muchas veces, consigues aprender a hacerlo. Entonces, ¿a qué esperas? Sigue tu camino, no te detengas, no dejes que nada ni nadie te pisotee, demuéstrale al mundo que nada en esta vida es imposible.
Quizás siempre pensemos, en algún momento de nuestra vida, que estamos aquí por ningún motivo o quizás estemos por algo en especial, ya sabes, para ser feliz quizás. Entonces, si estamos aquí para ser felices, ¿qué puede pararnos? Nada, absolutamente nada. Mientras que estemos en este camino, nada es imposible, nada es lo suficientemente fuerte para pararnos, excepto el final de todo, pero hasta entonces, nuestro objetivo es ser feliz.
¿Quien eres? Una persona que con un objetivo en la vida, alguien que luchará siempre, pase lo que pasé y que jamás se rendirá.
¿De donde vienes? Quien sabe, pero viniste por algún motivo.
¿Qué haces aquí? Vivir.
¿Hacia donde vas? Hacia la meta que te propongas, hasta la felicidad plena.
¿Por qué motivo tienes vida y con qué fin? La naturaleza es sabia y no hace nada en vano, es ley de vida que todos algún día desaparezcamos, pero.. hasta entonces.. VIVE CADA DÍA COMO SI FUERA EL ÚLTIMO, SIENTE LO QUE NUNCA SENTISTE, PIENSA COMO UNA PERSONA LUCHADORA, NO TE RINDAS Y ANTE TODO, SIGUE SONRIENDO. Nadie está aquí por casualidad, por muchos palos que nos de la vida, siempre mostraremos nuestra cara sonriente, porque nada puede pararnos y siempre podremos ser felices si realmente nos lo proponemos. Lucha por lo que quieres cueste lo que cueste, sé que algún día lo conseguirás todo.
Atentamente: Alba del Río González.

No te quedes esperando a que algo venga a ti, corre tras él,
si te quedas esperando, nunca conseguirás nada.